La potencia virtualizante de las TICs
Publicamos un fragmento de un trabajo que realizamos sobre modos de conocer con tecnologías digitales donde analizamos el concepto de herramienta.
La potencia virtualizante de las TICs
La creación de herramientas puede considerarse como un proceso de virtualización que es propio de lo humano. La virtualización se presenta como el movimiento de convertirse en otro y por eso, como señala Pierre Levy “…Lo virtual no es, en modo alguno, lo opuesto a lo real, sino una forma de ser fecunda y potente que favorece los procesos de creación, abre horizontes, cava pozos llenos de sentido bajo la superficialidad de la presencia física inmediata.” (Levy 1999: 14)
Podríamos decir entonces que la virtualización a menudo acarrea un proceso de materialización y esto puede apreciarse con claridad cuando intentamos comprender cómo surgen, de dónde proceden las herramientas. Siguiendo el planteo de Levy, primero se identifica alguna función física o psíquica del hombre (golpear, caminar, calcular, memorizar, recordar, etc.). Luego estas funciones se desligan del cuerpo separándose, al mismo tiempo, de una experiencia interior, subjetiva. La función abstracta se materializa de distintos modos y así dispositivos híbridos y otros soportes sustituyen el cuerpo desnudo: el martillo para el golpe, la trampa para la presa, la rueda para el desplazamiento, el ábaco para las operaciones aritméticas, la computadora para el cálculo, la comunicación, la memoria y otras innumerables funciones.
“Gracias a esta materialización, lo privado se vuelve público, compartido. Aquello que era indisociable de una inmediatez subjetiva, de una interioridad orgánica es, a partir de ahora, transportado, en su totalidad o en parte, al exterior, a un objeto. Pero, por contrapartida, a causa de una especie de espiral dialéctica, la exterioridad técnica a menudo no adquiere su eficacia hasta que se interioriza. Para utilizar una herramienta hay que aprender gestos, adquirir reflejos, recomponer una identidad mental y física… Y como la exterioridad técnica es pública o compartible, contribuye, a cambio, a forjar una subjetividad colectiva” (Levy, 1999: 69,70)
La aparición de una nueva herramienta materializa, en parte, una función genérica y crea un punto de apoyo para la resolución de un tipo de problemas a través de una
variedad de usos posibles. Por eso, más que una extensión del cuerpo una herramienta es una virtualización de la acción y para el hombre funciona como una prótesis.
“Diseñar herramientas es diseñar nuevas prácticas, y este diseño ocurre en el lenguaje. Por ello la innovación tecnológica …debe verse como una forma de competencia en el lenguaje, como medio de diseño de nuevas prácticas para hacernos cargo mejor de nuestros intereses en el mundo”. (Piscitelli 1995: 63)
Levy plantea la hipótesis de que las operaciones gramaticales, dialécticas y retóricas que son claves de la potencia virtualizante del lenguaje también caracterizan a las herramientas/tecnologías cognitivas. Las operaciones de gramaticalización fragmentan una continuidad muy vinculada a presencias concretas “aquí y ahora”, a relaciones o situaciones particulares y obtienen elementos convencionales independientes de los contextos vivos. Podríamos pensar en la tecnología intelectual de la escritura como gramaticalización de la palabra (palabra que antes que nada es inseparable de quien la pronuncia) y, en este sentido, separa el mensaje de un sujeto y de una situación particulares. Si en la escritura aún es posible encontrar las huellas de un sujeto (su forma de escribir, su caligrafía que nunca será exactamente igual a ninguna otra), la imprenta profundiza este proceso estandarizando la grafía. Y la informatización viene a acelerar este movimiento iniciado por la escritura.
Por otro lado, se puede hablar de una dialéctica de la tecnología ya que en nuestra interpretación la tecnología es lenguaje y, por ende, significa. En el núcleo de la significación reside la operación de sustitución. Una aplicación informática realizada por un usuario “vale por”, ocupa el lugar de otra operación que puede realizar sin la mediación de un artefacto. Escribir con un procesador de textos sustituye la escritura a mano o en máquina de escribir; visualizar una porción de texto que podemos ir llevando de un lugar a otro de la página sustituye el esfuerzo por imaginar la posible ubicación de un párrafo cuando no era posible “cortar y pegar”.
Y la tecnología también posee su retórica porque, a través de sus usos nunca previstos en su totalidad, se producen transformaciones y se crean nuevos fines. El enfoque
retórico de las tecnologías digitales descubre así un espacio de producción, circulación y acceso a los signos cualitativamente diferente de los precedentes. Con las nuevas
herramientas cognitivas de la tecnología digital (los diversos programas caracterizados por la interfaz gráfica, la manipulación de símbolos, la interactividad, las simulaciones, la navegación, etc.) las prácticas de conocer, las operaciones de creación de sentido, asumen modos particulares. Un elemento importante es la pantalla donde, a diferencia del papel, el usuario se encuentra con un nuevo tipo de símbolo (textos, imágenes, íconos) más plástico, más maleable, diseñado para ser manipulado. La pantalla informática se constituye así en una nueva “máquina de leer/hacer”, un lugar donde una reserva de símbolos posibles se realizan a través de la selección, aquí y ahora, de un usuario particular. Por otro lado, los programas invitan al usuario a realizar determinadas operaciones intelectuales. ¿Permite construir vínculos a distintas partes del texto, o hacer anotaciones? ¿Qué funciones de orientación ofrece el programa? Por su parte, los dispositivos hipertextuales constituyen una especie de objetivación, de exteriorización y de virtualización de los procesos de lectura ya que permiten visualizar las distintas operaciones constitutivas del “leer” (seleccionar, esquematizar, priorizar, asociar a otros datos, ignorar algunas tramas y prestar atención a un desarrollo particular que nos interesa, etc.)
Cada herramienta que el hombre fue inventando influyó de manera decisiva en su comprensión del mundo, y por consiguiente, de sí mismo. Como señala Weizenbaum (1995), la imprenta transformó el modo en que los hombres percibían el mundo incluso para los millones de personas que, por ejemplo, en la época de Martín Lutero, seguían siendo analfabetos y tal vez, nunca vieron un libro. En el siglo XV, los barcos de todo tipo y todos los demás artefactos, sus mitos y leyendas, influyeron en el imaginario de los que se quedaban en tierra tanto como de los que navegaban. Las herramientas, los artefactos, pasan de mano en mano, de cuerpo en cuerpo; inducen usos comunes, se convierten en mensajeros de memoria colectiva, catalizadores de cooperación. Las herramientas que nos rodean pueden ser pensadas, entonces, como máquinas de percibir/conocer/construir sentido y relacionarnos. Funcionan en niveles diferentes:
algunas extienden el alcance y transforman la naturaleza de nuestras percepciones (por ejemplo, los microscopios, los telescopios, el teléfono, las cámaras fotográficas, las
videocámaras, etc.); otras modifican especialmente nuestra relación con el espacio y el tiempo (los automóviles, los aviones, el reloj, la televisión, las computadoras conectadas en red) y, finalmente, muchos artefactos nos ofrecen modelos a partir de los cuales podemos aprehender, por medio de metáforas, fenómenos complejos.
Por último, las distintas herramientas cognitivas –sistemas de comunicación, de escritura, de registro y reproducción de información-, junto con determinadas formas sociales e institucionales, van modelando ecologías cognitivas particulares. Por ejemplo, la oralidad primaria, para resolver eficazmente el problema de retener y recobrar el pensamiento, descansa en una serie de recursos nemotécnicos. La escritura separa el saber de la persona que sabe, al propiciar las abstracciones y objetivar el conocimiento en distintos soportes (papiro, códices, libros, etc.)
Actualmente, con el uso de TICs una parte creciente del conocimiento se construye y se expresa por medio de simulaciones interactivas. Los tipos de herramientas cognitivas/tecnologías intelectuales que prevalecen en una determinada ‘economía cognitiva’ favorecen modos de conocimiento distintos (mito, teoría, simulación, etc.), con estilos, criterios de evaluación y valores que le son propios.
La introducción de nuevas herramientas/artefactos siempre pone en peligro alguna porción de un mundo aparentemente estable y nadie puede predecir lo que surgirá en su lugar. (Weizenbaum, 1995)
Bibliografía
LEVY, PIERRE, “¿Qué es lo virtual?”, Ed Paidós, Barcelona, 1999.
PISCITELLI, ALEJANDRO, “Ciberculturas”, Ed. Paidós, Buenos Aires, 1995.
WEIZENBAUM JOSEPH “Ordenadores, heramientas y razón humana” en Crowley David y
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