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¿Qué es lo virtual? Pierre Lévy

Introducción

«Lo virtual posee una realidad plena, en tanto que virtual.»

Gilíes Deleuze, Diferencia y repetición.

«La realidad virtual corrompe, la realidad absoluta corrompe absolutamente.»

Roy Ascott, Prix Ars electrónica 1995.

Hoy en día, un movimiento general de virtualizacíón afecta no

sólo a la información y a la comunicación, sino también a los cuerpos,

al funcionamiento económico, a los marcos colectivos de la sensibilidad

o al ejercicio de la inteligencia. La virtualizacíón alcanza

incluso a las formas de estar juntos, a formación del «nosotros»: comunidades

virtuales, empresas virtuales, democracia virtual, etc. Si bien

la digitalización de los mensajes y la extensión del ciberespacio juegan

un papel capital en la mutación en curso, se trata de una marejada de

fondo que desborda ampliamente la informatización.

¿Hay que temer una desrealización general? ¿Una especie de desaparición

universal, como sugiere Jean Baudrillard? ¿Estamos bajo la

amenaza de un apocalipsis cultural? ¿De una aterradora implosión del

espacio tiempo como viene anunciando Paul Virilio desde hace muchos

años? Este libro defiende una hipótesis diferente, no catastrofista: entre

las evoluciones culturales en marcha en este giro hacia el tercer milenio

—y a pesar de sus innegables aspectos sombríos o terribles—, se

expresa una continuación de la hominización.

Sin duda los cambios en las técnicas, en la economía y en las costumbres,

nunca han sido tan rápidos y desestabilizantes. Ahora bien, la

virtualización constituye la esencia o el punto preciso de la mutación

8

[13] en curso. Como tal, la virtualización no es ni buena, ni mala, ni

neutra. Se presenta como el movimiento del «convertirse en otro» —o

hete-rogénesis de lo humano—. Antes que temerla, condenarla o de

dedicarse a ella en cuerpo y alma, pido que se haga el esfuerzo de

aprehender, de pensar, de comprender la virtuafización en toda su

amplitud.

Como se verá a lo largo de este libro, lo virtual, en un sentido estricto,

tiene poca afinidad con lo falso, lo ilusorio o lo imaginario. Lo virtual

no es, en modo alguno, lo opuesto a lo real, sino una forma de ser

fecunda y potente que favorece los procesos de .creación, abre horizontes,

cava pozos llenos de sentido bajo ,1a superficialidad de la presencia

física inmediata.

Muchos filósofos —y no precisamente los menores— han trabajado

ya sobre la noción de virtual, incluidos algunos pensadores franceses

contemporáneos, como Gilíes Deleuze y Miche! Serres. ¿Cuál

es entonces la ambición de la presente obra? Es muy simple: no me

he contentado con definir lo virtual como un modo particular de ser,

sino que también he querido analizar e ilustrar un proceso de transformación

de un modo a otro de ser. En efecto, este libro estudia la

virtualización que remonta desde lo real o lo actual hacia lo virtual.

La tradición filosófica, hasta los más recientes trabajos, analiza el paso

de lo posible a lo real y de lo real a lo actual. Ningún estudio, que yo

sepa, ha analizado todavía la transformación inversa, en dirección de

lo virtual. Pues, precisamente este retorno hacia las fuentes me parece

característico a la vez del movimiento de autocreación que ha hecho

surgir la especie humana y de la acelerada transición cultural que vivimos

hoy. El reto de este libro, por lo tanto, es triple: filosófico (el concepto

de virtualización), antropológico (la relación entre los procesos

de hominización y la virtualización) y sociopolítico (comprender la

mutación contemporánea para tener una oportunidad de convertirse

en actor de ella). Sobre este último punto, la principal alternativa no

pone sobre el tapete una duda bordada con hilos invisibles entre lo

real y lo virtual , sino más bien un surtido de diferentes modalidades

de virtualización. Más aún, debemos distinguir, por un lado, entre una

virtualización en proceso de invención y, por el otro, sus caricaturas

alienantes, cosificantes y descalificantes. De ahí, a mi juicio, la necesidad

urgente de una cartografía de lo virtual a la cual responda este

«compendio de virtualización».

En el primer capítulo, «¿Qué es la virtualización?», defino los principales

conceptos de realidad, de posibilidad, de actualidad y de virtualidad

que serán utilizados después, así como las diferentes transformaciones

de un modo a otro de ser. En este capítulo también se

9

inicia el análisis de la virtualización propiamente dicha, en especial

[14] de la «desterritorialización» y de otros extraños fenómenos

espacio-temporales que generalmente están asociados a ella.

Los tres capítulos siguientes conciernen a la virtualización del

cuerpo, del texto y de la economía. Los conceptos presentados antes

son aplicados sobre fenómenos contemporáneos, lo que permite analizar

de una manera coherente la dinámica de la mutación económica y

cultural en curso.

El quinto capítulo analiza la hominización en los términos de la

teoría de la virtualización: virtualización del presente inmediato por

medio del lenguaje, de los actos físicos por la técnica y de la violencia

por el contrato. Así, a pesar de su brutalidad y singularidad, la crisis de

civilización que vivimos puede comprenderse dentro de la continuidad

de la aventura humana.

El capítulo sexto, «Las operaciones de la virtualización», utiliza

los materiales empíricos acumulados en los capítulos precedentes para

poner en evidencia el núcleo invariante de operaciones elementales

implicadas en todos los procesos de virtualización: los de una gramática,

de una dialéctica y de una retórica ampliadas a los fenómenos

técnicos y sociales.

Los capítulos séptimo y octavo examinan «La virtualización de la

inteligencia». Presentan el funcionamiento tecnosocial de la cognición

siguiendo una dialéctica de la objetivización de la interioridad y

de la subjetivización de la exterioridad, la cual, como se verá, es típica

de la virtualización. Estos capítulos desembocan en dos resultados

principales. En primer lugar, muestran una visión renovada de la inteligencia

colectiva emergente en las redes digitales de comunicación.

Después de lo cual, ofrecen la construcción de un concepto de objeto

(mediador social, soporte técnico y nexo de las operaciones intelectuales)

que sirve para completar la teoría de la virtualización.

El noveno capítulo resume, sistematiza y relativiza los conocimientos

de la obra, después esboza el proyecto de una filosofía capaz

de acoger en su seno la dualidad del acontecimiento y de la sustancia,

la cual habrá sido tratada, en filigrana, a lo largo de todo este

trabajo.

El epílogo, finalmente, reclama un arte de la virtualización, una

nueva sensibilidad estética que, en estos tiempos de gran desterritorialización,

haría de una hospitalidad ampliada su virtud cardinal.

[15]

10

1. ¿Qué es la virtualización?

Lo actual y lo virtual

Para comenzar consideremos la oposición fácil y equívoca entre

real y virtual. En su uso corriente, el término virtual se suele emplear

a menudo para expresar la ausencia pura y simple de existencia,

presuponiendo la «realidad» como una realización material, una presencia

tangible. Lo real estaría en el orden del «yo lo tengo», en tanto

que lo virtual estaría dentro del orden del «tú lo tendrás», o de la

ilusión, lo que generalmente permite utilizar una ironía fácil al evocar

las diversas formas de virtualización. Como veremos más adelante,

este enfoque tiene una parte de verdad muy interesante, pero es

demasiado burda para establecer una teoría general.

La palabra virtual procede del latín medieval virtualis, que a su

vez deriva de virtus: fuerza, potencia. En la filosofía escolástica, lo

virtual es aquello que existe en potencia pero no en acto. Lo virtual

tiende a actualizarse, aunque no se concretiza de un modo efectivo o

formal. El árbol está virtüalmente presente en la semilla. Con todo

rigor filosófico, lo virtual no se opone a lo real sino a lo actual: virtualidad

y actualidad sólo son dos maneras de ser diferentes.

En este punto, hay que introducir una distinción fundamental entre

posible y virtual, que Gilíes Deleuze explica en Diferencia y

Repetición.1 Lo posible ya está constituido, pero se mantiene en el limbo.

Lo posible se realizará sin que nada cambie en su determinación ni en

su naturaleza. Es un real fantasmagórico, latente. Lo posible es [19]

idéntico a lo real; sólo le falta la existencia. La realización de un posible

1 Las referencias completas de las obras citadas se encuentran en la

bibliografía comentada, al final de la obra.

11

no es una creación, en el sentido estricto de este término, ya que la

creación también implica la producción innovadora de una idea o de

una forma. Por lo tanto, la diferencia entre real y posible es puramente

lógica.

En cuanto a lo virtual, no se opone a lo real sino a lo actual. A diferencia

de lo posible, estático y ya constituido, lo virtual viene a ser

el conjunto problemático, el nudo de tendencias o de fuerzas que acompaña

a una situación, un acontecimiento, un objeto o cualquier entidad

y que reclama un proceso de resolución: la actualización. Este

conjunto problemático pertenece a la entidad considerada y constituye

una de sus principales dimensiones. El problema de las semillas,

por ejemplo, consiste en hacer crecer un árbol. La semilla «es» el problema,

pero no es sólo eso, lo cual no significa que «conozca» la

forma exacta del árbol que, finalmente, extenderá su follaje por encima

de ella. Teniendo en cuenta los límites que le impone su naturaleza,

deberá inventarlo, coproducirlo en las circunstancias de cada

momento.

Por un lado, la entidad lleva y produce sus virtualidades: un acontecimiento,

por ejemplo, reorganiza una problemática anterior y puede

ser objeto de interpretaciones diversas. Por otro lado, lo virtual

constituye la entidad: las virtualidades inherentes a un ser, su problemática,

el vínculo de tensiones, presiones y proyectos que las animan,

así como las cuestiones que las motivan constituyen una parte esencial

de su determinación.

La actualización

La actualización aparece entonces como la solución a un problema,

una solución que no se contenía en el enunciado. La actualización

es creación, invención de una forma a partir de una configuración dinámica

de fuerzas y finalidades. Es distinto a asignar una realidad a un

posible o a la elección entre un conjunto predeterminado: una producción

de cualidades nuevas, una transformación de las ideas, una

verdadera conversión que, por contrapartida, alimenta lo virtual.

Si, por ejemplo, el desarrollo de un programa informático puramente

lógico reemplaza al binomio posible/real, la interacción entre

humanos y sistemas informáticos hace lo propio con la dialéctica de

lo virtual y lo actual. Previamente, el diseño de un programa, por

ejemplo, trata un problema de forma original. Cada equipo de

programadores redefine y resuelve de un modo diferente el

problema [18] al que se enfrenta. Posteriormente, la actualización

12

del programa al ser utilizado (por ejemplo, en el marco de un

colectivo de trabajo), descalifica ciertas competencias y pone en

marcha otros motores, activa conflictos, desbloquea situaciones,

instaura una nueva dinámica de colaboración, etc. El programa lleva

implícita una virtualidad de cambio que el grupo —movido también

por una configuración dinámica de tropismos y de obligaciones—

actualiza de manera más o menos imaginativa.

Lo real se asemeja a lo posible; por el contrario, lo actual no se

parece en nada a lo virtual: le responde.

La virtualización

La diferencia entre la realización (ocasión de un posible predefinido)

y la actualización (invención de una solución exigida por una

problemática compleja) ha quedado bien clarificada. Pero ¿qué es la

virtualización? No nos referimos a lo virtual como manera de ser, sino

a la virtualización como dinámica. La virtualización puede definirse

como el movimiento inverso a la actualización. Consiste en el paso de

lo actual a lo virtual, en una «elevación a la potencia» de la entidad

considerada. La virtualización no es una desrealización (la transformación

de una realidad en un conjunto de posibles), sino una mutación

de identidad, un desplazamiento del centro de gravedad ontológico del

objeto considerado: en lugar de definirse principalmente por su actualidad

(una «solución»), la entidad encuentra así su consistencia esencial

en un campo problemático. Virtualizar una entidad cualquiera consiste

en descubrir la cuestión general a la que se refiere, en mular la

entidad en dirección a este interrogante y en redefinir la actualidad

de partida como respuesta a una cuestión particular.

Tomemos el caso, muy contemporáneo, de la «virtualización»

de una empresa. La organización clásica reúne a sus empleados en

el mismo edificio o en un conjunto de establecimientos. Cada uno

de los empleados ocupa un puesto de trabajo situado en un lugar preciso

y su empleo del tiempo define su horario de trabajo. Una empresa

virtual, por el contrario, hace un uso masivo del teletrabajo, tendiendo

a reemplazar la presencia física de sus empleados en los mismos

locales por la participación en una red de comunicación electrónica y a

usar recursos informáticos que favorecen la cooperación. En consecuencia,

la virtualización de la empresa, más que una solución estable,

consiste más en hacer de las coordenadas espacio-temporales del

trabajo un problema siempre planteado que en una solución estable.

[19] El centro de gravedad de la empresa no es ya un conjunto de

13

establecimientos, de puestos de trabajo y de reparto del tiempo, sino

un proceso de coordinación que, redistribuye, siempre de un modo

diferente, las coordenadas espacio-temporales del colectivo de trabajo

y de cada uno de sus miembros en función de diversas reglas coactivas.

La actualización iba de un problema a una solución. La

virtualización pasa de una solución dada a un (otro) problema.

Transforma la actualidad inicial en caso particular de una problemática

más general, en la que está integrada, desde ahora, el acento ontológico.

De este modo, la virtualización hace más fluidas las distinciones

instituidas, aumenta el grado de libertad y profundiza un motor

vacío. Si la virtualización no fuera más que el paso de una realidad a

un conjunto de posibles, sería desrealizante. Sin embargo, implica

tanta irreversibilidad en sus efectos, indeterminación en sus procesos

e indeterminación en su esfuerzo como la actualización. La

virtualización es uno de los principales vectores de la creación de

realidad.

Salir de ahí: la virtualización como éxodo

Después de haber definido la virtualización en sus aspectos generales,

abordaremos ahora una de sus principales modalidades: la separación

del aquí y el ahora. Como lo señalábamos al comenzar, el sentido

común hace de lo virtual, imperceptible, complementario de lo

real, tangible. Esta aproximación nos da un indicio que no se debe despreciar:

lo virtual, a menudo, «no está ahí».

La empresa virtual ya no se puede situar con precisión. Sus elementos

son nómadas, dispersos, y la pertinencia de su posición geográfica

ha decrecido enormemente.

Sobre el papel, ¿está ocupando el texto una porción asignada del

espacio físico, o bien se encuentra en alguna organización abstracta

que se actualiza en una pluralidad de lenguas, de versiones, de ediciones

y de tipografías? No olvidemos que un texto particular puede

aparecer como la actualización de un hipertexto en soporte informático.

¿Este último ocupa «virtualmente» todos los puntos de la red a

la que está conectada la memoria digital donde se inscribe su código?

¿Se extiende hasta cada una de las instalaciones donde se podría copiar

en algunos segundos? Sin duda, es posible asignar una dirección a un

archivo informático. Pero en el momento de la información en línea,

esta dirección sería, de todas maneras, transitoria y de poca importancia.

Desterritorializado, presente en cada una de sus versiones, de

sus copias, de sus proyecciones, desprovisto de inercia, habitante

14

[20] ubicuo del ciberespacio, el hipertexto contribuye a producir

acontecimientos de actualización textual, de navegación y de lectura.

Sólo estos acontecimientos están verdaderamente situados. El

imponderable hipertexto no tiene un lugar y necesita soportes físicos

importantes para subsistir y actualizarse,.

El libro de Michel Serres, Atlas, ilustra el tema de lo virtual como

«fuera de ahí». La imaginación, la memoria, el conocimiento y la religión

son vectores de virtualización que nos han hecho abandonar el

«ahí» mucho antes que la informatización y las redes digitales.

Desarrollando este tema, el autor de Atlas abre indirectamente una

polémica sobre la filosofía heideggeriana del «ser ahí». «Ser ahí» es la

traducción literal del alemán dasein que en alemán filosófico clásico

significa existencia y en la obra de Heidegger existencia humana —ser

un ser humano—. Pero, precisamente, no ser de ningún «ahí», aparecer

en un espacio inasignable (¿dónde tiene lugar la conversación

telefónica?), no actuar más que entre cosas claramente situadas o no

estar solamente «ahí» (como todo ser pensante), no impide existir.

Aunque la etimología no prueba nada, señalemos que la palabra

existir procede precisamente del latín sistere, estar situado, y del prefijo

ex, fuera de. ¿Existir es estar ahí o salir de? ¿Dasein o existencia? Todo

sucede como si la lengua alemana subrayara la actualización y el latín

la virtualización.*

Una comunidad virtual, por ejemplo, puede organizarse sobre

una base de afinidades a través de sistemas telemáticos de comunicación.

Sus miembros están unidos por los mismos focos de interés,

los mismos problemas: la geografía, contingente, deja de ser un punto

de partida y un obstáculo. Pese a estar «fuera de ahí», esta comunidad

se anima con pasiones y proyectos, conflictos y amistades. Vive

sin un lugar de referencia estable: dondequiera que estén sus

miembros móviles... o en ninguna parte. La virtualización reinven-ta

una cultura nómada, no mediante un retorno al paleolítico ni a las

antiguas civilizaciones de pastores, sino creando un entorno de interacciones

sociales donde las relaciones se recorifiguran con un mínimo

de inercia.

Cuando una persona, una colectividad, un acto, una información

se virtualizan, se colocan «fuera de ahí», se desterritorializan. Una

especie de desconexión los separa del espacio físico o geográfico

ordinario [21] y de la temporalidad del reloj y del calendario. Una vez

más, no son totalmente independientes del espacio-tiempo de

* La doble acepción del verbo francés être, ser y estar, permite al autor

plantear un seguimiento etimológico que en castellano pierde gran parte de su

sentido (N. del t.)

15

referencia, ya que siempre se deben apoyar sobre soportes físicos y

materializarse aquí o en otro sitio, ahora o más tarde. Y sin embargo,

la virtualización les ha hecho perder la tangente. Sólo recortan el

espacio-tiempo clásico en esto y ahí, escapando de sus trivialidades

«realistas»; ubicuidad, simultaneidad, distribución fragmentada o

masivamente paralela. La virtualización somete el relato clásico a una

dura prueba: unidad de tiempo sin unidad de lugar (gracias a las

interacciones en tiempo real a través de redes electrónicas, a las

retransmisiones en directo, a los sistemas de telepresencia),

continuidad de acción a pesar de duración discontinua (como en la

comunicación por medio de los contestadores automáticos o de las

mensajerías electrónicas). La sincronización reemplaza la unidad de

lugar, la interconexión sustituye a la unidad de tiempo. Pero, a pesar de

ello, lo virtual no es imaginario. Produce efectos. Aunque no se sepa

dónde, la conversación telefónica tiene «lugar»; en el próximo capítulo

veremos de qué modo. Aunque no se sepa cuándo, nos comunicamos

efectivamente por medio de contestadores interpuestos. Los

operadores más desterritorializados, los más apartados de raíces

espacio-temporales precisas, los colectivos más virtualizados y

virtualizantes del mundo contemporáneo son los de la tecnociencia,

las finanzas y los medios de comunicación. También son los que

estructuran la realidad social con mayor fuerza, incluso con mayor

violencia.

Convertir una coacción rotundamente actual (en este caso, la de

la hora y la de la geografía) en una variable contingente, señala la

aparición imaginativa de una «solución» efectiva de una problemática

y, por lo tanto, de la virtualización en el sentido estricto que

hemos definido más arriba. En consecuencia, era previsible encontrar

la desterritorialización, la salida del «ahí», del «ahora» y del

«aquello» como uno de los caminos regios de la virtualización.

Nuevos espacios, nuevas velocidades

Pero el mismo movimiento que hace contingente al espacio-tiempo

ordinario abre nuevos medios de interacción y da ritmo a cronologías

inéditas. Antes de analizar esta propiedad capital de la virtualización,

previamente tenemos que demostrar la pluralidad de tiempos y de

espacios. Desde el momento en que entran en juego la subjetividad, la

significación y la pertenencia, ya no es posible seguir pensando en una

sola extensión o una cronología uniforme, sino en una multitud [22] de

tipos de espacialidad y de duración. Cada forma de vida inventa su mundo

16

(de la bacteria al árbol, de la abeja al elefante, de la ostra al pájaro

migrador) y con este mundo, un espacio y un tiempo específicos. El

universo cultural, propio del ser humano, extiende aún más esta

variabilidad de los espacios y las temporalidades. Por ejemplo, cada

nuevo sistema de comunicación y de transporte modifica el sistema de

proximidades prácticas, es decir el espacio apropiado para las

comunidades humanas. Cuando se construye una red de ferrocarril, es

como si las ciudades o las zonas conectadas por los rieles se acercasen

unas a otras y se marginara de este grupo a las que quedan al margen

de esta conexión. Pero para quienes no tornan el tren, las antiguas

distancias siguen siendo válidas. Se podría decir lo mismo del

automóvil, del transporte aéreo, del teléfono, etc. Se crea, por lo tanto,

una situación donde coexisten muchos sistemas de proximidades,

muchos espacios prácticos.

De manera análoga, los diversos sistemas de registro y de transmisión

(tradición oral, escritura, grabación audiovisual, redes digitales)

construyen ritmos, velocidades o cualidades diferentes. Cada

nueva disposición, cada «máquina» tecnosocial añade un espaciotiempo,

una cartografía especial, una música singular a una especie

de enredo elástico y complicado donde las extensiones se recubren,

se deforman y se conectan, donde las duraciones se enfrentan, se interfieren

y se responden. La multiplicación contemporánea de los espacios

hace de nosotros un nuevo tipo de nómadas: en lugar de seguir

líneas errantes y migratorias dentro de una extensión dada, saltamos

de una red a otra, de un sistema de proximidad al siguiente. Los espacios

se metamorfosean y bifurcan bajo nuestros pies, forzándonos a

la heterogeneidad.

La virtualización por desconexión respecto a un medio particular

no ha empezado con lo humano. Se inscribe en la misma historia de

la vida. En efecto, desde los primeros organismos unicelulares hasta

los pájaros y los mamíferos, las mejoras en la locomoción, según

Joseph Reichholf, han abierto «a los seres vivos, espacios siempre más

amplios y posibilidades de existencia siempre más numerosas»

(Reichholf, 1994; pág. 222). La invención de nuevas velocidades constituye

el primer grado de la virtualización.

Reichholf remarca: «El número de personas que se desplazan a

través de los continentes durante los períodos de vacaciones, en

nuestra época, es superior al número total de hombres movilizados

durante las grandes invasiones» (Reichholf, 1994; pág. 226). La aceleración

de las comunicaciones es contemporánea al enorme crecimiento

de la movilidad física. Se trata, de hecho, de la misma ola

[23] de virtualización. Actualmente el turismo es la primera industria

17

mundial en volumen de negocios. El peso económico de las

actividades que sostienen y mantienen la función de locomoción

física (vehículos, infraestructuras, carburantes) es infinitamente mayor

a! que tenía en siglos pasados. ¿La multiplicación de medios y el

crecimiento de los flujos de comunicación sustituirán a la

movilidad física? Probablemente no, pues hasta ahora el crecimiento

de ambos ha sido siempre paralelo. Las personas que más telefonean

son también quienes conocen a más gente. Repitámoslo, el

crecimiento de la comunicación y la generalización del transporte

rápido participan del mismo movimiento de virtualización de la

sociedad, de la misma tensión de salir de «ahí».

La revolución del transporte ha complicado, limitado y metamorfoseado

el espacio; pero esto evidentemente se ha pagado con importantes

degradaciones del medio ambiente tradicional. Por analogía a

los problemas de la locomoción, debemos preguntarnos cuál será el

precio a pagar por la virtualización de la información. ¿Qué carburante

arde y da la oportunidad de contarlo? ¿Qué es lo que padece desgaste

y degradación? ¿Hay paisajes de datos devastados? Aquí, el último

soporte es subjetivo. Del mismo modo que la ecología opuso el

reciclado y las tecnologías adaptadas al despilfarro y a la polución, la

ecología humana deberá oponer el aprendizaje permanente y la valorización

de las competencias a la descalificación y a la acumulación

de desechos humanos (los llamados «excluidos»),

De esta reflexión sobre la salida del «ahí» quedémonos, por ahora,

con la idea de que la virtualización no se contenta con acelerar los

procesos ya conocidos, ni con poner entre paréntesis, incluso con

aniquilar, el tiempo o el espacio, como pretende Paul Virilio, sino

que inventa, con el consumo y el riesgo, velocidades cualitativamente

nuevas y espacios-tiempos mulantes.

El efecto Moebius

Otra de las características asociadas a menudo con la virtualización,

además de la desterritorialización, es el paso del interior al exterior y

del exterior al interior. Este «efecto Moebius» se desarrolla en

diversos ámbitos: en las relaciones entre público y privado, propio y

común, subjetivo y objetivo, mapa y territorio, autor y lector, etc. A

lo largo de este libro daré numerosos ejemplos pero, para construir

una imagen desde este mismo momento, esta idea se puede ilustrar

con el caso ya evocado de la empresa. [24]

El trabajador clásico tenía su despacho. Por el contrario, el

miembro de la empresa virtual comparte cierto número de recursos

18

inmobiliarios, mobiliarios e informáticos con otros empleados. El

miembro de la empresa tradicional pasaba del espacio privado de su

domicilio al espacio público de su lugar de trabajo, El teletrabajador,

en cambio, transforma su espacio privado en público y viceversa.

Aunque lo inverso sea a menudo verdad, a veces suministra una

temporalidad pública según criterios estrictamente personales. Los

límites no son evidentes. Los lugares y los tiempos se mezclan. Las

fronteras nítidas dan lugar a una fractualización de los repartos.

También se cuestionan las mismas nociones de privado y público.

Continuemos: he hablado de «miembro» de la empresa. Lo cual supone

una atribución clara de pertenencia. Ahora bien, precisamente, es

eso lo que empieza a representar un problema, ya que entre el

asalariado clásico con contrato indefinido, el asalariado con contrato

por un período determinado, el empleado temporal, el beneficiario

de medidas sociales, el miembro de una empresa asociada, o cliente o

proveedora, el consultor eventual, el independiente afiliado, se

extiende una continuidad. Y por cada punto de esta continuidad, a

cada instante se replantea la pregunta: «¿Para quién estoy

trabajando?». Los sistemas interempresariales de gestión electrónica

de documentos, como los grupos de proyectos comunes en diversas

organizaciones, establecen vínculos más fuertes entre colectivos

mixtos que aquellos que unen pasivamente a personas que pertenecen

oficialmente a la misma entidad jurídica. La puesta en común de los

recursos, de las informaciones y de las competencias provoca esta

especie de indecisión o de indistinción activa, estas secuencias de

reversión entre exterioridad e interioridad.

Las cosas sólo tienen límites claros en lo real. La virtualización,

pasaje a la problemática, desplazamiento del ser sobre la cuestión;

necesariamente pone en tela de juicio la identidad clásica, pensada

con la ayuda de definiciones, de determinaciones, de exclusiones,

de inclusiones y de terceros excluidos. Es por esto que la virtualización

es siempre heterogénea, volverse otro, proceso de recepción de

la alteridad. No hace falta, evidentemente, confundir la heterogeneidad

con su opuesto cercano y amenazante, su hermana enemiga, la

alienación, que yo caracterizaría como cosificación, reducción a la

cosa, a lo «real».

Todas estas nociones van a ser desarrolladas e ¡lustradas en los

siguientes capítulos a partir de tres casos concretos: las

virtualizaciones contemporáneas del cuerpo, del texto y de la

economía. [25]

 

7. "La virtualización de la inteligencia y la constitución del sujeto"

Tras haber examinado en el capítulo anterior las operaciones de virtualización, en éste evocaré su objeto, o más exactamente la aparición del objeto como realización de la virtualización. Pero con el fin de llegar al objeto a través de una progresión lógica, conduciré al lector en una exploración previa de la virtualización de la inteligencia. En este capítuloy en el siguiente se entrelazan tres temas: la parte colectiva de la cognición y de la afectividad personal, la cuestión del "colectivo pensante" en tanto que tal y la inteligencia colectiva como utopía tecnopolítica. La intrincación del tema del objeto y el de la inteligencia colectiva sólo se podrá justificar en el transcurso de la discusión que sigue.

Nosotros, los seres humanos, nunca pensamos solos ni sin la ayuda de herramientas. Las instituciones, las lenguas, los sistemas de signos, las técnicas de comunicación, de representación y de grabación informan en profundidad a nuestras actividades cognitivas: toda una sociedad cosmopolita piensa en nosotros. Por este motivo, a pesar de la permanencia de las estructuras neuronales de base, el pensamiento es extremadamente histórico, fechado y localizado, no solamente en su propósito, sino también en sus procedimientos y modos de funcionamiento.

Si el colectivo piensa en nosotros: ¿se puede llegar a pretender que existe un pensamiento actual, efectivo, de los colectivos humanos?, ¿se puede hablar de una inteligencia sin conciencia unificada o de un pensamiento sin subjetividad?, ¿hasta qué punto hace falta redefinir las nociones de pensamiento y de psiquismo para que lleguen a ser congruentes con las sociedades? Se dice que nos estamos transformando en las neuronas de una hipercorteza planetaria. Por lo tanto, se hace urgente aclarar estas cuestione y resaltar las diferencias entre las formas de inteligencia colectiva, sobre todo las que separan a las sociedades humanas de los hormigueros y las colmenas.

El desarrollo de las comunicación asistida por ordenador y de las redes digitales planetarias aparecería como la realización de un proyecto más o menos bien formulado: el de la constitución deliberada de nuevas formas de inteligencia colectiva, más flexible, más democráticas, fundadas sobre la base de la reciprocidad y del respeto a las singularidades. En este sentido, la inteligencia colectiva se podría definir como una inteligencia distribuida en todos lados, continuamente valorizada y puesta en sinergía en tiempo real. Este nuevo ideal podría reemplazar a la inteligencia artificial como nuevo mito movilizador del desarrollo de las tecnologías digitales...y por añadirura podría ocasionar una reorientación de las ciencias cognitivas, de la filosofía del espíritu y de la antropología hacia cuestiones referidas a la ecología o a la economía de la inteligencia.

Mientras exploramos estos problemas, incardinaré los conceptos de virtual y de actual que he presentadi en los capítulos precedentes, así como la teoría de la atropogénesis a través de la virtualización. Volveremos a ver las operaciones de aproximación a la problemática, de desterritorialización, de puesta en común, de constitución recíproca de la interioridad y la exterioridad que, desde el comienzo de esta obra, se han asociado a la virtualización.

Después de recordar la función capital de los lenguajes, las técnicas y las instituciones en la constitución de psiquismo individual, expondré brevemente los temas centrales de la ecología o de la economía cognitiva. Posteriormente intentaré formular una definición de psiquismo compatible con la idea de pensamiento colectivo, lo que me llevará a examinar las concepciones darwinianas de la inteligencia y, después, a completar estas nociones mediante una aproximación afectiva, que nos permita descubrir la dimensión de interioridad del espíritu. En una tercera etapa, describiré las nuevas formas de inteligencia colectiva pernitidas por las redes digitales interactivas y las perspectivas que estas últimas abren hacia una evolución social positiva. El análisis del funcionamiento del ciberespacio habrá servido para preparar la segunda parte, dedicada al análisis del operador "objeto" en la constitución de los colectivos inteligentes, del mercado capitalista al enigma de la hominización. Finalmente veremos que el objeto, clave de la inteligencia colectiva, soporte por excelecia de la virtualidad, se opone a la cosa "real" como su doble tenaz y perverso.

 

La inteligencia colectiva en la inteligencia personal: lenguajes, técnica, instituciones.

Denomino "inteligencia" al conjunto canónico de las actitudes cognitivas, es decir a las capacidades de percibir, de recordar, de aprender, de imaginar y de razonar. Todos los seres humanos son inteligentes en la medida en que poseen estas aptitudes. Sin embrago, el ejerciciode sus capacidades cognitivas conlleva una parte colectiva o social generalmente subestimada.

En primer lugar, nunca pensamos solos, sino que los hacemos en el transcurso de un diálogo con uno o más interlocutores, reales o imaginarios. Sólo ejercemos nuestras facultades mentales superiores en función de una implicación en las comunidades vivas con sus herencias, conflictos y sus proyectos. En segundo o en primer plano, estas comunidades estás siempre presentes en el menor de nuestros pensamientos, y nos proporcionan interlocutores, instrumentos intelectuales o motivos de reflexión. Los conocimientos, valores y herramientas transmitidos por la cultura constituyen el contexto nutricional, el baño intelectual y moral a partir del cual los pensamientos individuales se desarrollan, establecen sus pequeñas variaciones y, a veces, producen innovaciones mayores.

Lo primero que hay que recordar son los instrumentos. Nos es imposible ejercer nuestra inteligencia independientemente de las lenguas, lenguajes y sistemas de signos (anotaciones científicas, códigos visuales, modos musicales, simbolismos, etc.) legados por la cultura y que usan miles o millones de personas además de nosotros. Estos lenguajes llevan consigo formas de fragmentar, categorizar y percibir el mundo, contienen metáforas que constituyen filtros de los datos y pequeñas máquinas de interpretar, arrastran toda una herencia de juicios implícitos y de líneas de pensamiento ya trazadas. Las lenguas, lenguajes y sistemas de signos inducen nuestro funcionamiento intelectual: las comunidades que los han forjado y hecho evolucionar lentamente piensan en nosotros. Nuestra inteligencia posee una dimensión colectiva mayor porque somos seres de lenguaje.

Por otro lado, las herramientas y los artefactos que nos rodean incorporan la dilatada memoria de la humanidad. Cada vez que los utilizamos apelamos, por tanto, a la inteligencia colectiva. Las casas, los automóviles, los televisores y los ordenadores resumen líneas seculares de investigación, de inveciones y de descubrimientos. También cristalizan las capacidades de organización y de cooperación puestas en prácticas para producirlos.

Pero las herramientas no son sólo memorias, sino también máquinas de percibir que pueden funcionar en tres niveles diferentes: directo, indirecto y metafórico. Directamente, las gafas, microscopios, telescopios, rayos X, teléfonos, cámaras fotográficas y de videos, televisores, etc., extienden el alcance y transforman la naturaleza de nuestras percepciones. Indirectamente, los automóviles, los aviones o las redes de ordenadores, por ejemplo, modifican profundamente nuestra relación con el mundo y, en particular, con el espacio y el tiempo, de tal forma que se hace imposible decidir si transforman el mundo humano o nuestra manera de percibirlo. Finalmente, los instrumentos y los artefactos materiales nos ofrecen innumerables modelos concretos, socialmente compartidos, a partir de los cuales podemos aprehender, por medio de metáforas, fenómenos o problemas más abstractos. Así, Aristóteles reflexionaba sobre la causalidad a partir del ejemplo del alfarero, la sociedad del siglo XVII representaba el cuerpo como una especie de mecanismo y hoy construimos modelos computacionales del conocimiento. Mediante los artefactos, nuestra percepción del mundo participa en la inmensa labor del hombre y en su dilatada inteligencia, aquí y ahora.

El universo de objetos y de herramientas que nos rodea y que compartimos piensa en nosotros de mil formas diferentes. De este modo, una vez más, participamos de la inteligencia colectiva que lo ha creado.

Por último, las instituciones sociales, leyes, reglas y costumbres que rigen nuestras relaciones influyen de manera determinante en el curso de nuestros pensamientos. Así, séase investigador en física energética, sacerdote, responsable de una administración pública u operador financiero, en casa caso, tal o cual cualidad intelectual se verá más favorecida que otra. La comunidad científica, la Iglesia, la burocracia estatal o la Bolsa encarnan formas diferentes de inteligencia colectiva, con sus distintos modos de percepción, de coordinación, de aprendizaje y de memorización. Las "reglas de juego" social, a presidir los tipos de interacción entre los individuos, modelan la inteligencia colectiva de las comunidades humanas, al igual que las aptitudes cognitivas de las personas que participan en ellas.

Cada individuo posee un cerebro particular que, a grosso modo, se ha desarrollado bajo el mismo modelo que el de los demás miembros de la especie. Para la biología, nuestras inteligencias son individuales y parecidas (aunque no idénticas). Para la cultura, en cambio, nuestra inteligencia es altamente variable y colectiva. En efecto, la dimensión social de la inteligencia está íntimamente vinculada a los lenguajes, a las técnicas y a las instituciones, notoriamente diferentes según los lugares y las épocas.

 

Economías cognitivas

Con las instituciones y las "reglas de juego" pasamos de las dimensiones colectivas de la inteligencia individual a la inteligencia del colectivo como tal. En efecto, se puede considerar a los grupos humanos "entornos" ecológicos o económicos en los que aparecen y mueren, se expanden o disminuyen, compiten o viven en competencia, se conservan o mutan especies: géneros literarioso artísticos, modos de organización de los conocimientos, tipos de argumentaciones o de "lógicas" utilizadas, estilos y soportes de los mensajes. Un colectivo humano es el escenario de una economía o de una ecología cognitiva en el seno de la cual evolucionan las especies de representaciones (Sperber).

Formas sociales, instituciones y técnicas modelan el medio ambiente cognitivo, de tal modo que ciertos tipo de ideas o mensajes tienen más posibilidades de reproducirse que otros. Entre todos, los factores que afectan a la inteligencia colectiva, las tecnologías intelectuales, tales como los sitemas de comunicación, de escritura, de registro y reproducción de la información, cumplen una función primordial. En efecto, ciertos tipos de representaciones difílcimente pueden sobrevivir o incluso aparecer en entornos desprovistos de ciertas tecnologías intelectuales, mientras que prosperan en otras "ecologías cognitivas". Por ejemplo, las listas de números, los cuadros, los conocimientos organizados de un modo sistemático no se pueden transmitir cómodamente en las culturas sin escritura. Las sociedades orales, en cambio, favorecen la codificación de las representaciones bajo la forma de relatos, que se pueden retener y transmitir más fácilmente en ausencia de soportes escritos. Por poner un ejemplo más contemporáneo, hoy en día una parte creciente de los conocimientos se expresa por medio de modelos digitales interactivos y de simulaciones, lo que evidentemente era impensable antes de la aparición de los ordenadores con interfaces gráficos intuitivos. Los tipos de representaciones que prevalecen en tal o cual "economía cognitiva" favorecen modos de conocimientos distintos (mito, teoría, simulación, etc.) con los estilos, los criterios de evaluación y los "valores" que les corresponden, si bien, los cambios de tecnologías intelectuales o de medios de comunicación pueden tener, indirectamente, profundas repercusiones en la inteligencia colectiva.

Las infraestructuras de comunicación y las tecnologías intelectuales han establecido siempre estrechas relaciones con las formas de organización económicas y políticas. Recordemos, a este respecto, algunos ejemplos bien conocidos. El nacimiento de la escritura está vinculado a los primeros estados burocráticos con jerarquía piramidal y a las primeras formas de administración económica centralizada (impuestos, gestión de grandes territorios agrícolas, etc.) La aparición del alfabeto en la Grecia antigua y, sobre todo, al nacimiento de la democracia: al extenderse la práctica de la lectura, cada cual podía conocer las leyes y discutirlas. La imprenta hizo posible una amplia difusión de los libros e incluso la existencia de los periódicos, fundamento de la opinión pública. Sin ella, no hubieran nacido las democracias modernas. Por otro lado, la imprenta representa la primera industria de masa, y el desarrollo tecnocientífico que favoreció fue uno de los motores de la revolución industrial. Los medios audiovisuales de siglo XX (radio, televisión, discos, cine, etc.) han participado en la aparición de una sociedad del espectáculo que ha trastocado las reglas de juego, tanto en la ciudad como en el mercado (publicidad, economía de la información y de la comunicación).

Sin embargo, es importante señalar que la aparición o la extensión de las tecnologías intelectuales no determina automáticamente tal o cual forma de conocimiento o de organización social. Por lo tanto, debemos distinguir cuidadosamente las acciones de causar o determinar, por una parte, y las de condicionar y hacer posible, por la otra. Las técnicas no determinan, sino que condicionan: abren un amplio abanico de nuevas posibilidades de las que los actores sociales sólo seleccionan o aprovechan un pequeños número. Si las técnicas no fuesen condensaciones de la inteligencia colectiva humana, se podría decir que la técnica propone y que el hombre dispone.

3 comentarios

Marcelo -

buenas noches. excelente su blog. recientemente me han asignado la catedra Ciberculturas y publicidad. Todo material que puedan remitirme por email (archivos word, presentaciones ppt para càtedra) les estaré sumamente agradecido.
Marcelo.
Universidad Abierta Intericana de Argentina

la cátedra -

Gracias Marianela por haber publicado este texto!!!

marianela -

espero que este sin errores..
enjoy!