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De la sociedad de la Información, del Conocimiento y del Reconocimiento

Para pensar los procesos de comunicación muchas teorías se han desechado, otras no, otras han sido modificadas. Yo parto con una oposición que es el de la Sociedad del Conocimiento a la Sociedad del Reconocimiento. Algunos teóricos no lo han tomado como una oposición porque consideran que tienen el mismo significado.

Lo que se debe intentar de demostrar es qué importante son los medios de comunicación al igual que las industrias culturales frente a todos los acontecimientos que van ocurriendo en el mundo. 

Cabe destacar que informar y comunicar son prácticas constitutivas de la Modernidad. De la Modernidad que comenzó con la Revolución Francesa, con el Iluminismo, y a la cual muchos sociólogos llaman como Primera Modernidad.

Comunicar e informar no son prácticas que han nacido en ese momento, en el siglo XVII en Europa pero han sido decisivas para la formación del espacio público y la democratización social.

Conocer y, particularmente, conocer científicamente fue para la ilustración el recurso básico para la emancipación y racionalización de la sociedad. Comunicar ese conocimiento al conjunto de la sociedad era el siguiente paso para liberar a la sociedad de temas religiosos, o de la distorsión ideológica que propiciaron la gestión democrática.

Pero la situación no se presenta de la misma manera en la segunda Modernidad. Podemos determinarla como una Modernidad Neoliberal, donde el conocimiento cumple otras funciones. No se aspira a que todos puedan acceder a la universidad, a que todos participen razonadamente en la vida social. El conocimiento se relaciona, segrega, genera a través de los medios formas de difusión. Por eso, uno de los problemas constantes en los estudios comunicacionales ha sido cómo la organización social de las comunicaciones es un sistema fracturado por brechas. El pensamiento crítico del aspecto comunicacional ha hablado sobre las distancias, sobre las diferencias entre quienes poseen televisión gratuita o paga o entre quienes reciben entretenimiento o  información estratégica; últimamente, entre los que acceden a las tecnologías digitales y los que quedan afuera o solo subutilizan sus recursos más elementales, como el correo electrónico y el teléfono móvil para comunicarse. Siempre se analiza la grieta y el desequilibrio entre sociedades centrales y periféricas. Sin embargo, es posible una comprensión más compleja de la significación cultural y social de estos procesos, no como simple polarización, para concebir de otro modo las políticas.

 

1. Una diferencia teórica clave es la que existe entre quienes hablan de sociedad de la información o sociedad del conocimiento. El primer nombre representa a quienes consideran que los avances y transformaciones modernizadores derivan del empleo sistemático de la información para reestructurar los procesos productivos, abaratar el costo de los bienes e incrementar la capacidad de procesar, almacenar y transmitir datos.

Se supone que el desarrollo social y cultural depende de que todos los países se integren a la revolución digital e informacional, todos los sectores de cada sociedad accedan a “trabajos inteligentes” y se conecten con las redes donde se obtiene información y se difunden innovaciones. Las otras dimensiones del desarrollo vendrán por añadidura. La tecnologización productiva, la expansión de los mercados y su integración transnacional generalizarán los beneficios económicos. El acceso directo y simultáneo a la información va a democratizar la educación y mejorar el bienestar de la mayoría. En lo político, crecerán las oportunidades de participación y se descentralizará la toma de decisiones.

Una posición diferente es la de quienes hablan de una sociedad del conocimiento, sobre todo si se considera con una perspectiva antropológica. En tal sentido, todas las sociedades, en todas las épocas, han sido sociedades de conocimiento, o sea que todo grupo humano ha dispuesto de un conjunto de saberes apropiado a su contexto y sus desafíos históricos. Este tipo de aseveraciones, que hasta mediados del siglo XX sirvieron para cuestionar las pretensiones de superioridad europea u occidental, condujeron al relativismo cultural, que quiso resolver las desigualdades reduciéndolas a diferencias – siempre legítimas- entre culturas: cada sociedad o cada nación tiene derecho a su propio modo de vida. Pero hoy ¿alguna sociedad puede autoabastecerse? Mientras las naciones lograban gestionar con autonomía dentro de sus territorios la mayor parte de los procesos económicos, sociales y culturales, podían considerarse autosuficientes con sus saberes propios. Al globalizarse los intercambios económicos, las migraciones, los medios de información y entretenimiento, se requiere una concepción que reconozca las diferencias junto con las desigualdades y las interconexiones entre sociedades con formas distintas de conocimiento.

2. Esta división entre una concepción informacional de la sociedad y una concepción sociocultural de la información ya no es sostenible. En una época de construcción multicultural de los saberes necesitamos articular distintos modos de informarse y fundamentar el sentido social. Se necesitan, luego, consensos interculturales. Para decirlo de otro modo, el formidable incremento de conocimientos puede efectivamente comunicar (que no es lo mismo que informar) si se usa para construir, como postula Dominique Wolton, formas nuevas de “cohabitación cultural”.

Si pensamos la información y el conocimiento como parte de las relaciones interculturales, pasamos a concebir de manera diferente las relaciones entre culturas occidentales y orientales, o las diferencias en la organización de los saberes y de acceso al conocimiento entre adultos y jóvenes en una misma sociedad.

El mundo ya no funciona en vertientes separadas: una para los movimientos modernos y globalizados, otra para los tradicionales y comunitarios, Oriente por un lado y Occidente por otro. Tampoco existe un universo de las humanidades letradas paralelo y ajeno a otro de la comunicación audiovisual. Desde mediados del siglo XX, el desarrollo interrelacionado de la educación, las industrias editoriales y audiovisuales, está diluyendo aquel orden ilustrado que separaba la escritura de las imágenes, la educación del entretenimiento y la información de la comunicación.

3. El tercer contexto que hoy condiciona las escalas y estrategias de investigación es el de la globalización de las comunicaciones y la convergencia digital multimedia. Para comprenderlo hay que poner en interacción dos procesos que los estudios comunicacionales suelen trabajar por separado: el movimiento megaestructural de las fusiones empresariales y las transformaciones en los hábitos de los consumidores. La concentración a través de convenios entre empresas editoriales, audiovisuales y de servicios digitales y la tecnosocialidad cotidiana que integra en un mismo aparato textos, imágenes y músicas se potencian mutuamente. Todo indica que hay complicidades fuertes entre la macroeconomía de las comunicaciones y los nuevos consumos culturales. Pero ¿van en la misma dirección ambos procesos, o en la circulación y apropiación coexisten la multiculturalidad restringida por las corporaciones con los juegos y las descargas libres de los usuarios que combinan los repertorios abriendo otros modelos de interacción y goce más variados? En las ciudades, y sobre todo en las generaciones jóvenes, si bien no desaparecen la pertenencia étnica, grupal y nacional, crece el acceso a repertorios transnacionales muy heterogéneos difundidos por los medios de comunicación. La conjunción de pantallas televisivas, ordenadores y video juegos está familiarizando a las nuevas generaciones con los modos digitales de experimentar el mundo, con estilos y ritmos de innovación propios de esas redes, y con la conciencia de pertenecer a una región más amplia que el propio país. Un obstáculo para este aprendizaje es que la desigual participación en las redes de información se combina con la desigual distribución mediática de los bienes y mensajes de aquellas culturas con las que estamos interactuando.

La convergencia digital incita a considerar juntos los diversos modos de saber, entretenernos y estar juntos como partes interactuantes de la misma sociedad. Seguirá habiendo medios especializados en informar, otros en divertir y otros en producir sabiduría o ciencia. Pero también (unos pocos) especialistas en televisión y videojuegos se hacen preguntas sobre lo que se aprende en ellos, así como las universidades se replantean (a veces) en qué sentido la difusión del saber puede ser parte vertebral de su tarea. Estas experiencias hacen posible imaginar un pasaje de la reduccionista sociedad de la información a una sociedad de conocimiento que, planteándose los desafíos de la interculturalidad, llegue a ser también una sociedad del reconocimiento.

La noción de reconocimiento, tiene una historia. En el estudio de la comunicación, hace 20 años, Eliseo Verón llegó a hablar no de consumo sino de gramáticas de reconocimiento, para nombrar a todo aquello que aparece en el campo de los receptores.

La interculturalidad engendra desentendimiento y conflicto entre culturas étnicas, nacionales,  de género y de generaciones. Los estudios de Jesús Martín Barbero y German Rey, por ejemplo, han destacado el papel mediador de las telenovelas nutridos en la literatura y el cine. Su capacidad de poner en dialogo a espectadores de clases y costumbres diversas.

Las necesidades de convivencia intercultural nos llevan a combinar el estudio de las brechas – entre países centrales y periféricos, entre informados y entretenidos, entre las culturas letradas, audiovisuales y digitales – con las estrategias de comunicación que faciliten la inteligibilidad y la coexistencia entre culturas.

 

Autor:

Néstor García Canclini 

Conferencia 2008

 

 

1 comentario

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