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Práctico sobre modos de conocer

Práctico sobre modos de conocer

¿Con qué aspectos de la ecología del conocimineto que plantea Pierre Lèvy se relaciona este artículo?Tomar uno de los textos y realizar el análisis.

El contexto social: comunidades de práctica
Por Agusti Canals. Mensaje 11 (14-01-2001) en http://www.infonomia.com

 Es necesario entender el tejido social para saber cómo la tecnología puede ayudarnos...Esta es la tesis que formulaba John Seeley Brown (http://www.parc.xerox.com/ops/members/brown/jsb.html). Para JSB, debemos huir del determinismo tecnológico que sólo considera la información (o quizás deberíamos decir los datos) que la tecnología puede proporcionar al individuo, sin tener en cuenta que lo que va a dar sentido a los datos y va a permitir elaborar conocimiento va a ser el contexto social en el que se encuentre la persona.

Así, pues, si queremos potenciar los procesos de creación y transmisión de conocimiento, no debemos conformarnos con las soluciones puramente tecnológicas o las actuaciones que se
basen en considerar a los individuos aisladamente (la perspectiva, dice Brown, de Bill Gates en su libro "The Road Ahead”). Según Brown, debemos tener en cuenta que la comprensión
se construye socialmente. Será preciso, pues, conocer los mecanismos sociales que intervienen.

Uno de los conceptos mas útiles para esa comprensión es el de las llamadas "comunidades de práctica”. La idea de comunidad de práctica se expone en el excelente libro de Etienne Wenger
titulado "Communities of Practice: Learning, Meaning and Identity” (Comunidades de práctica: aprendizaje, significado e identidad. La idea principal es que el aprendizaje (es decir, la creación y la transmisión de conocimiento) se produce a menudo en el seno de grupos sociales denominados comunidades de práctica. Esas comunidades se configuran en torno a una tarea determinada que los integrantes del grupo deben llevar a cabo. Dentro de la comunidad, la tarea y el aprendizaje se realizan simultáneamente, de manera que no se puede separar uno de otro.

El ejemplo que analiza el autor es el del conjunto de trabajadores de una compañía de seguros que se encargan de procesar las peticiones de los asegurados y decidir si procede o no el pago de las cantidades reclamadas. Incluso en una tarea que parece tan claramente reglamentada como esa, se hace evidente que sería imposible su realización sin los pequeños trucos que los miembros de la comunidad van ideando y transmitiendo, la ayuda que los veteranos prestan a los que empiezan o el ambiente agradable que hace más llevadera la aburrida tarea. En las comunidades, la práctica no es tan sólo algo funcional, es un proceso por el cual experimentamos el mundo y éste adquiere
sentido.

Para Wenger, una comunidad de práctica se constituye en torno a tres dimensiones:
1) Un compromiso mutuo de los integrantes para la realización de la práctica concreta. Ese compromiso define la pertenencia a la comunidad. 2) Una tarea conjunta, que se negocia entre los miembros de la comunidad. 3) Un repertorio compartido de rutinas, palabras, herramientas, maneras de hacer las cosas, historias, gestos, símbolos, acciones o conceptos que la comunidad ha producido o adoptado y que se han convertido en parte de su práctica.

Podemos encontrar comunidades de práctica en muchos ámbitos, dentro y fuera del trabajo, y cada uno de nosotros puede pertenecer a varias comunidades (por ejemplo, el departamento de la empresa donde trabajamos, un equipo de fútbol, una comunidad virtual sobre videojuegos o una sociedad literaria). Además, las distintas comunidades pueden interaccionar influyéndose mutuamente e incluso agruparse constituyendo lo que Wenger llama constelaciones de comunidades.

Educación digital como estrategia de conocimiento
Por Alfons Cornella, Infonomia.com (Mensaje 577 (19/03/01)
http://www.infonomia.com/

 En la "economía del conocimiento" la innovación ya no es un capricho: es algo esencial para

mantener la "máquina del valor" funcionando. En esta situación, generar conocimiento es sustancial. Por tanto, sin duda habrá dos temas fundamentales en la agenda de los próximos años: 1) cómo utilizar las tecnologías para que "aprendamos" más y mejor, y 2) cómo utilizar las tecnologías para mejorar en la "gestión del conocimiento" que desarrollamos.

 Hemos entrado en una economía (contexto) con unas nuevas características: una "economía del conocimiento". Una economía donde el valor reside en transformar las ideas en beneficios, y
donde la aplicación de conocimiento diferencial te permite generar productos con mayores márgenes. Y en todo ello, aprender es el principal "lubricante".

Que necesitamos aprender hoy más que nunca es una obviedad. Uno lo entiende perfectamente cuando abre las páginas de ofertas de trabajo de cualquier periódico. Lo que no está tan claro es qué debemos cambiar para virar la orientación actual de los sistemas de información, más dirigida a la optimización de procesos transaccionales, hacia una orientación a la mejora de la localización, metabolización, y distribución, de conocimiento en una organización.
 
La tecnología nos ayudará, posiblemente, a mejorar la forma en que comunicamos nuestras ideas. La visualización de información, por ejemplo, nos debe servir para condensar mejor lo que queremos decir, y disminuir la "carga de la comprensión" (el esfuerzo por entender) del lado del receptor, para pasarlo al lado del emisor. Pero, aparte de la influencia de la tecnología, el punto fundamental es que aprendamos cómo aprendemos... y que mejoremos en las formas en que aprendemos...

Y aquí es donde creo que está el verdadero reto: en innovar en la forma en que diseñamos e implementamos un proceso de aprendizaje. Lo que hemos visto hasta ahora en "educación online" deja, en mi opinión, mucho que desear, porque se trata casi siempre de "enseñanza programada". Se trata de materiales pensados por alguien para que otro vaya siguiendo en un cierto orden.

Me parece mucho más lógico lo que proponen innovadores como los de Cognitive Arts

( http://www.cognitivearts.com/). Partiendo de las teorías y experiencias de Roger Schank, un teórico de la cognición norteamericano, esta empresa diseña "experiencias de aprendizaje" que parten de la idea de que "sólo aprendemos cuando nos equivocamos". Más concretamente, las personas aprenden haciendo, cometiendo errores, y escuchando entonces los consejos que te dan personas con más experiencia (aquellos que se han tropezado antes con el problema).

Se trata de mezclar, pues, una emulación de la idea del "aprendiz" (el que aprende de alguien que sabe más, y que le transmite más conocimiento tácito que explícito), con la de "simulación" (que, curiosamente, se ha utilizado básicamente en el "entrenamiento" de profesiones con alto riesgo, como la de los pilotos de avión).

Así, las tecnologías no deben servir sólo como un medio de distribución de materiales educativos, sino como una "palanca" para cambiar y mejorar las "experiencias educativas" en el proceso de aprendizaje. Aprender es un arte. Pero la tecnología puede hacernos aficionados al mismo.
Esta es la idea.

1 comentario

Marisol Poletti -

Esto es lo que comente la última clase, que habia encontrado y que me habian parecido interesante varios aspectos.
Ecología de la comunicación,
gobierno electrónico y cibercultura*

Javier Bustamante Donas

La invisibilidad de las transformacio¬nes sociales
Estamos asistiendo a la apertura de nue¬vo espacio de comunicaciones, con enormes consecuencias en los planos económico, po¬lítico, ético y epistemológico. Será en este nuevo espacio donde se verifiquen muchas de las relaciones constituyentes de la vida actual. Tanto el ocio como el trabajo, el sentido de las relaciones humanas y la conciencia de ciu¬dadanía, cobran un nuevo significado en un entorno donde el espacio geográfico, la perte¬nencia a la misma tierra, no se constituye en el factor principal que define la pertenencia al grupo, la naturaleza de las actividades o las formas culturales a las que obedecerán nues¬tras relaciones. Pero, ¿existe un movimiento social y cultural más allá del fenómeno técnico?

LÍBERO - Ano IX - nº 17 - Jun 2006

Lo que supone la extensión de la informática y las telecomunicaciones a prácticamente todos los campos de la actividad humana? ¿Se puede hablar de una nueva forma de cultura nacien¬te que explique y dé unidad conceptual a todo un conjunto de comportamientos, de expec¬tativas, de fenómenos sociales que parecen re¬belarse a encajar en los moldes de nuestra ya vieja sociedad industrial occidental?
En definitiva, responder afirmativamente a estas cuestiones supone afirmar que la tecno¬logía salta las barreras del plano infraestructu¬ral para constituirse en una nueva ideología, a una nueva visión del mundo, un fenómeno que merece por derecho propio el nombre de cibercultura. Por otro lado, si la comunicación es poder, las nuevas tecnologías de redes pue¬den ser una poderosísima infraestructura de liberación para el hombre. En este contexto tiene sentido hablar de gobierno electrónico, democracia electrónica e inclusión digital, pues el desarrollo del concepto de ciudadanía y la extensión a los colectivos tradicionalmen¬te marginados pasan por un acceso universal a las tecnologías de la información y la comuni¬cación (TIC), y por una aproximación de los servicios del Estado a los ciudadanos.
Los que soñábamos con una democratiza¬ción de la cultura y una sociedad más justa e igualitaria quizá esperábamos encontrar una transformación diferente, más en la línea de las utopías ilustradas. Las visiones del futuro desde el pasado nos muestran toda una ima¬ginería social basada en automóviles de for¬mas biológicas, ropa de diseño espacial, ciu¬dades donde el tráfico transcurre en múltiples niveles, con vehículos aéreos que se mueven en tres dimensiones, comidas liofilizadas a base de píldoras, y espectaculares edificios en los que el cristal y el acero se combinan para hacer de las nuevas megalópolis enjambres humanos bien pulimentados en los que la su¬ciedad, la pobreza, la marginalidad, no tienen cabida. Sin embargo, la transformación real se ha dado en un plano más interior, más invisi¬ble. Quizá el paisaje urbano no haya cambiado tanto, los medios de transporte continúen con los convencionales esquemas del motor de ex¬plosión y sus formas de uso derivadas, pero la tecnología se ha hecho más transparente, más cercana al individuo. Y digo más cercana en un sentido fuerte, y que la cibercultura supo¬ne la internalización, tanto a nivel social como individual, de dichas formas tecnológicas. A nivel social, la expansión humana a lo largo de todo el planeta se complementa actual¬mente con la conformación de una gran red digital que poco a poco va conectando todos los pueblos y culturas nacionales. No es extra¬ño que se hable de la globalización, pues no parece haber otro final para una historia en la que costumbres, tradiciones, formas de cono¬cimiento, se comunican a gran velocidad, y se funden lentamente en ese nuevo entorno que es el ciberespacio.
Esta nueva forma de cultura se expande también a nivel interno. Nuevos valores sur¬gen, y el individuo se encuentra quizá por primera vez en la historia, con una tecnología que no solamente favorece el statu quo, el po¬der de las instituciones, el dominio de aque¬llos que la promueven, sino que potencia las propias capacidades individuales, alterando el equilibrio de poder entre los sectores organi¬zados y no organizados de la sociedad. Tanto la llamada guerra de la información como el terrorismo electrónico nos dan muestras de las amenazas que surgen a partir de un uso malignamente creativo de estos instrumentos por parte de individuos poco escrupulosos. Un pirata informático dotado de un ordena¬dor, un módem y una línea telefónica pueden poner en jaque a todo un país, pueden ame¬nazar el buen funcionamiento de subsistemas tecnosociales estratégicos nacionales o supra¬nacionales. Basta echar un vistazo a las anto¬logías del delito informático para apreciar la floreciente variedad de nuevas oportunidades para una picaresca postmoderna. Y no debe¬mos perder de vista el hecho de que los delitos informáticos conocidos, los que salen a la luz, son los más chapuceros, y que los más sofisti¬cados y bien planeados probablemente no se lleguen a conocer nunca. Paralelamente, una nueva ética se extiende por todo el planeta. La aparición del sistema operativo Linux ha su¬


105 Javier Bustamante Donas - Ecología de la comunicación, gobierno electrónico y cibercultura
puesto mucho más que una amenaza para el dominio casi monopolístico de Microsoft en el mundo de la informática personal. Linux es la punta de lanza de un nuevo paradigma ético en el que los programas no responden ya a una estructura de código cerrado, sino un código abierto a todos, que pueden ver, manipular y perfeccionar, en el que el concepto de dere¬chos de autor se transmuta para dar paso a un sistema basado en la compartición de los pro¬ductos, así como en la ponderación de otros factores que van más allá del puro beneficio económico. Otros fenómenos de napsteriza¬ción como E-mule y BitTorrent muestran la aparición de una cultura del libre intercambio entre internautas que dinamita los cimientos del comercio de productos culturales, como la música o la literatura. Y la internalización de la tecnología se produce también a nivel del cuerpo humano, como veremos más adelante cuando un hablemos de la realidad virtual y de la estética cyborg.
Luces y sombras aparecen en este ciberes¬pacio. La globalización se presenta en ocasio¬nes como una insidiosa forma de disolver la diversidad cultural del planeta, eliminando las fronteras tan sólo a nivel de aranceles, convir¬tiendo el mundo en un gran mercado único. Por otro lado, dicho ciberespacio establece la posibilidad de extender el concepto de polis y de democracia a todos los rincones del plane¬ta. Aristóteles afirmaba que la democracia no puede tener un ámbito mayor que aquel de¬limitado por el alcance de la voz humana. Es decir, la democracia llega solo adonde alcanza el diálogo, y la nueva aldea global se caracte¬riza precisamente por una extensión universal de dicho diálogo, pues la comunicación mul¬tidireccional en tiempo real se hace posible a través de la telemática.
Nos falta encontrar la clave que dé unidad a esta constelación de fenómenos sociales y tecnológicos. Y no creo que sea en el plano de lo social donde debamos indagar, sino en el plano de lo epistemológico. Si el elemento fundamental de cambio es la revolución del conocimiento provocada por la digitalización del saber, la expansión de las telecomunicacio¬nes a cualquier rincón del globo, la extensión de las metáforas alumbradas por la informá¬tica a los marcos explicativos de casi todas las disciplinas científicas, dicho elemento unifi¬cador estará en lo que Pierre Lévy denomina ecología del conocimiento.
Este término hace referencia a la relación que existe entre las tecnologías que utiliza¬mos para expresar, sistematizar, y codificar el conocimiento, por un lado, y los espacios cognitivos de los individuos y las institucio¬nes, por otro. Es algo análogo al proceso me¬diante el cual arquitectos y urbanistas defi¬nen a través de sus obras en espacio físico en el que se desenvuelve una buena parte de las actividades y de las relaciones sociales de los ciudadanos. Sabemos que las configuracio¬nes urbanas definen en gran medida el rango de alternativas posibles de comportamiento social. También las tecnologías intelectuales reorganizan el espacio en el que se desarro¬lla la visión del mundo de los individuos y se modifican sus reflejos mentales. Las redes de telecomunicaciones modifican los canales de comunicación y la dirección del flujo de informaciones de la misma forma en que la red vial facilita rutas privilegiadas y nos hace desistir de caminos alternativos. En defini¬tiva, una ecología cognitiva es una conside¬ración global de las dimensiones técnicas y sociales de las formas de conocimiento, y el salto del texto al hipertexto como aldabona¬zo a la cibercultura es un hecho paralelo a lo que significó el desarrollo de la escritura o la invención de la imprenta. (Lévy, 1990).
Hablamos por tanto de una nueva forma de entender el mundo, que tiene como claves los siguientes puntos, la mayoría de los cuales

El elemento
fundamental de
cambio es la revolu¬ción del conocimiento provocada por la
digitalización
del saber


LÍBERO - Ano IX - nº 17 - Jun 2006 106
fueron sugeridos por el autor en la obra Socie¬dad informatizada, ¿sociedad deshumanizada? (Bustamante, 1993).
El salto del texto al hipertexto y digitali¬zación del saber
Una de las claves de dicha ecología del conocimiento es la evolución del texto al hi¬pertexto. Theodor Nelson inventa el término para referirse a un programa desarrollado para organizar datos e informaciones que no responde a un esquema de lectura lineal. Es una retícula en la que cada conocimiento está unido a los demás por conexiones en forma de estrella. La idea original del hipertexto se debe a Vannevar Bush, quien en 1945 publi¬co un célebre artículo titulado “As We May Think”, en el que proponía un dispositivo llamado Memex. Dicho dispositivo suponía manejar una base de datos de la misma ma¬nera en que el cerebro establece relaciones entre ideas. Hasta ese momento, las bases de datos obedecían a una clasificación jerárqui¬ca de clases y subclases, lo que no permitía asociaciones flexibles entre datos a la manera en que la mente los combina. A pesar de que el hipertexto una forma de texto y nos remite por tanto al universo de la escritura, su cen¬tralidad para la cibercultura es la misma que la de la imprenta para la cultura occidental moderna. Llegará un día en que el hipertexto sea particularmente importante en el mundo de la educación. Dada su estructura reticular y no lineal, favorece una actitud activa, explo¬ratoria, lúdica, frente al material que el estu¬diante debe asimilar. Por ello Lévy lo ve como un instrumento particularmente bien adap¬tado a una pedagogía activa (Lévy, 1997).
Por otro lado, caracteriza a la cibercultura una supremacía de lo cuantitativo frente a lo cualitativo en tanto que el ordenador precisa información que será traducida en términos numéricos para poder ajustarse a su particular forma de almacenamiento y tratamiento, y de esta forma se impone su metáfora como mo¬delo para el correcto funcionamiento social: la sociedad digital. La informatización acen¬tuó la importancia del conocimiento formal y cuantitativo – expresable numéricamente – en detrimento del conocimiento cualitativo. Para que un sistema computerizado pueda proce¬sar información, ésta debe ser previamente extraída y desgajada de su contexto pragmá¬tico, a fin de obtener un significado unívo¬co, claro y preciso. La falta de flexibilidad del procesamiento automático de la información hace que sea inadecuado para analizar las si¬tuaciones humanas, pues su formalización deforma la realidad del hombre; pretende en¬cajarla en un mundo matemático cuando no hay prueba alguna ni indicios bien fundados de que sea matematizable. Además, expresar el conocimiento en forma numérica puede hacerlo menos ambiguo, pero no por ello más acertado. El aspecto cuantitativo de los hechos no es el más significativo, sino el más sencillo de calcular, el que mejor se adapta a la forma de pensar de la computadora.
Otro elemento esencial de la cibercultura se sitúa en el terreno de la toma de decisiones (decision-making). El computador aparece en escena no sólo como el instrumento, sino el paradigma ideal de toma de decisiones al ser rápido, fiable, capaz de absorber y mane¬jar cantidades ingentes de información que digiere y transforma sin esfuerzo. No sólo se utiliza para potenciar este proceso, sino que es además una herramienta que expande y amplifica la capacidad intelectual humana, delimitando a su vez el área de problemas que pueden ser racionalmente tratados, re¬

El conflicto social
queda reducido a
un problema de
comunicación entre componentes discretos de un gran sistema cibernético-social


107 Javier Bustamante Donas - Ecología de la comunicación, gobierno electrónico y cibercultura
definiendo y recortando la noción misma de problema. Sólo aquello que es susceptible de ser tratado de forma numérica o simbólica, en términos de valores discretos, cuantita¬tivamente, aquello que arroja una solución óptima única en un número finito de pasos, con una entrada de datos también definibles en forma numérica o simbólica, puede ser definido como problema.
Aquellas cuestiones que no aceptan tal reducción, bien en función del carácter de la particular capacidad de juicio necesario para tomar una decisión correcta, bien en función del tipo de datos necesarios – como es el caso de los discursos de alta riqueza semántica pro¬pios de la poesía, la filosofía y las humanidades en general –, son calificados de pseudo-pro¬blemas. Los problemas se resuelven; los pseu¬do-problemas, se disuelven, según el famoso aforismo de la filosofía analítica terapéutica. Esta forma de modelización de las cuestiones que pueden ser resueltas aplicando métodos informáticos tiene también una influencia en otras áreas fuera del ámbito de la ciencia y la tecnología. De hecho, las disciplinas humanís¬ticas y sociales pierden terreno como saberes con influencia real sobre la evolución de los acontecimientos. Al no ser reducibles a for¬mulación matemática, las ciencias humanas son tachadas de ambiguas y desenfocadas.
Todo ello tiene su justificación en el tipo de refrendo que el pensamiento algorítmico - tecnológico ofrece frente al humanístico: la solución algorítmica se presenta a sí misma como reproducible, intercambiable, previsible, fiable, consistente, acorde a reglas que pueden explicitarse y analizarse, carente de prejuicios, desapasionada, neutral y científica. Cuando un problema es definible en términos algorít¬micos, puede aplicarse el computador como instrumento o cualquiera de sus metodologías asociadas para su resolución. Sin embargo, cuando un problema no es resoluble en térmi¬nos algorítmicos, como es el caso de los pro¬blemas sociales, se aplica en su lugar, con toda su fuerza explicativa, la metáfora del compu¬tador. El conflicto social queda reducido a un problema de comunicación entre componen¬tes discretos de un gran sistema cibernético-social. Los elementos culturales diferenciado¬res podrían ser eliminados en nombre de una lógica de la eficacia que convierte al planeta en un gran mercado único, en un sistema socioci¬bernético perfectamente funcional. De nuevo aparecen las sombras: en una sociedad enten¬dida según el modelo del computador, donde la sincronía y funcionalidad de todos y cada uno de los componentes son factores esen¬ciales para su correcto funcionamiento, quizá quede cada vez menos espacio para el ser hu¬mano y sus características esenciales: la pasión, la esperanza, la falibilidad, el dolor. “Las lágri¬mas y las alegrías humanas son cadenas para la capacidad de la máquina”, escribió J. Ellul en La sociedad tecnológica.
Primacía de la simulación frente a la experimentación
La informática creó con el computador el puente que unió los sistemas teóricos forma¬les con las grandes bases de datos científicos. La simulación por computador permitió a los economistas llevar a cabo experimentos de po¬lítica económica, probando diferentes mode¬los para realizar un ajuste fino de la economía. Este fenómeno de teorización de la economía también se verificó en otras disciplinas cientí¬ficas. La simulación reemplaza cada vez más a la experimentación, y los avances sustanciales en muchas disciplinas se tornan cada vez más dependientes de la primacía del trabajo teóri¬co, a lo que ayuda la evolución en el terreno de la producción y distribución de informa¬ción científica. La simulación consiste en la representación de un sistema complejo real mediante un modelo matemático, es decir, un conjunto de datos y parámetros organizados de forma que constituyen una representación teórica de dicha realidad. Tomando las ecua¬ciones del modelo matemático y ejecutando el programa de ordenador que nos calcule cómo se comportará éste para cada elección de pa¬rámetros y de condiciones iniciales, podemos estudiar cómo variarán las propiedades claves del sistema en función del tiempo.


LÍBERO - Ano IX - nº 17 - Jun 2006 108
El proceso de simulación exige una can¬tidad extraordinaria de cálculos que sólo pueden ser realizados por intermedio de un sistema informático. Por pequeña que sea la complejidad del modelo, la mente humana sería incapaz de estudiarlo exhaustivamente con los instrumentos convencionales. Pero lo que el hombre no ha podido hacer hasta ahora lo permite la informática. Mediante el uso de programas de simulación en grandes compu¬tadores podemos observar cómo evoluciona un objeto o una situación modelizados cuan¬do modificamos alguna de sus características, y la predicción puede efectuarse con una du¬ración compatible con los requerimientos de la acción, ya que el factor tiempo es esencial cuando se trata de prever lo que va a ocurrir.
La importancia del fenómeno de la simula¬ción cibernética tiene una gran trascendencia para el quehacer científico que pocos han vis¬lumbrado: trastoca el papel que la experimen¬tación ha jugado en el desarrollo de la ciencia contemporánea. La experimentación es mu¬cho más lenta y costosa que la simulación, y ésta va ganando día a día terreno gracias a la caída constante de precios de los equipos informáticos y al aumento de su capacidad de memoria y de su velocidad de cálculo, lo que permite el tratamiento de modelos más complejos y acabados, más cercanos a la rea¬lidad. Su campo de aplicación es vastísimo. Se modeliza una realidad para saber cuales serán las consecuencias de una situación hi¬potética, sin que tal situación llegue a produ¬cirse: se simulan ciclos económicos, conflictos internacionales, ataques nucleares, fatiga de los materiales, funcionamiento de complejas instalaciones industriales, migraciones de po¬blación, situaciones de hambre y epidemias, comportamientos sociales, disminución de la capa de ozono etc.
La decisión apoyada en la simulación con¬solida e incluso institucionaliza la actitud de un hombre que cada vez se aparta más de la reali¬dad y de la experiencia. Los modelos compute¬rizados, los escenarios alternativos y los cálculos de probabilidades ejecutados por las compu¬tadoras van mucho más allá del cálculo racio¬nal del riesgo que caracterizaba a la Sociedad Industrial. Ya no se consideran y evalúan tan sólo las situaciones más realistas y previsibles. También se calculan situaciones hipotéticas, improbables y parcialmente realistas. Todas las situaciones imaginables son susceptibles aho¬ra de tratamiento informático. La decisión se convierte en evaluación de la totalidad a tra¬vés de la simulación, y ésta, a su vez, modifica la esencia del ars combinatoria para alumbrar una creatividad propia: la inteligencia artificial, la lógica computacional. En una sociedad en la que la innovación juega un papel fundamental en su estructuración y desarrollo, el porvenir del hombre se hallará cada vez más ligado a la capacidad de prever. Por esta razón es previsi¬ble que la simulación se constituya en una me¬todología clave de investigación y prognosis en la sociedad futura.
Otra dimensión esencial de la implanta¬ción de la cibercultura será la popularización de la realidad virtual, fenómeno tecnológico por el cual la vivencia de lo que es esencial¬mente una imagen artificialmente generada se hace más y más cercana a los mecanismos de percepción, de tal manera que el concepto de medio se diluye, encaminándose en el futu¬ro hacia el ideal de una estimulación cerebral directa, de la eliminación de toda mediación entre la percepción y lo percibido. La realidad virtual crea así un nuevo unwelt, una realidad cocinada por el computador que puede llegar a provocar que acabemos olvidando cómo di¬gerir la realidad cruda. De alguna forma, esta tendencia ya se puede observar en las viven¬cias de la conciencia pura de los espectadores de telenovelas y culebrones, para muchos de los cuales las aventuras y desventuras de persona¬

Los nuevos medios
reúnen las
características de alcance, anonimato, interactividad y
reproductibilidad


109 Javier Bustamante Donas - Ecología de la comunicación, gobierno electrónico y cibercultura
jes de cartón piedra generan más emociones que lo que le ocurre a la gente de carne y hueso en su vida cotidiana, y se sufre más la tragedia de opereta de los protagonistas de turno que la miseria humana que podemos contemplar día a día con nuestros propios ojos.
Es un movimiento de elusión y escape de un mundo menos moldeable, más generador de frustraciones, que no se puede apagar y en¬cender a voluntad como el televisor o el com¬putador. La reflexión sobre las consecuencias futuras de este movimiento de indistinción entre lo real y lo simulado, lo físico y lo elec¬trónico, tiene su representación perfecta en la película de ciencia-ficción Total recall (Desa¬fío total en la versión española), en la que una empresa del futuro está dedicada a grabar en el cerebro, por un módico precio, los recuer¬dos vívidos de un viaje a lugares donde no se ha estado jamás, de tal forma que se incorpora a la conciencia una vivencia plena equivalen¬te a la estancia en dichos lugares. La trama se centra en la figura del protagonista, que acaba no sabiendo dónde comienzan sus recuerdos genuinos, fruto de su biografía, de su propia experiencia, y los generados artificialmente en su cerebro.
El nacimiento de una nueva ética: naps¬terización, derechos humanos en la red
Con el auge de la cibercultura comienzan a surgir comunidades de intercambio basadas en fenómenos socio-tecnológicos como Napster y Gnutella que transforman el concepto de negocio y de intercambio de bienes, poniendo en jaque el sistema de mercado y la separación de roles entre productor y consumidor. Estas características son ajenas a la forma tradicio¬nal de hacer negocios. Los medios tradiciona¬les que son interactivos no tienen un gran al¬cance, y los que poseen este alcance son de uno a muchos, es decir, asimétricos y escasamente interactivos. No permiten tampoco una rela¬ción P2P (peer to peer, esto es, negocios entre usuarios sin intervención de una empresa que venda o preste un servicio a un consumidor), lo que resulta técnicamente sencillo y hasta natural en Internet. Los nuevos medios re¬únen las características de alcance, anonimato, interactividad y reproductibilidad. Dichas ca¬racterísticas crean la necesidad del desarrollo de una ética on-line que dé razón de los inter¬cambios humanos que se producirán sin me¬diación de una presencia física, en el contexto del ciberespacio. Sin una pluralidad de fuentes no podríamos hablar con propiedad de liber¬tad de pensamiento, conciencia o religión. Sin acceso a medios de alcance internacional no tiene sentido hablar de libertad de opinión y de difusión de las mismas sin limitación de fronteras. Sin el desarrollo de una nueva ética, no se podrá profundizar en los usos solidarios del poder que las nuevas tecnologías ponen en las manos de los individuos.
En un sentido indudablemente positivo, es necesario abrir la oportunidad de un discur¬so ético sobre los derechos humanos en una cultura en la que la tecnología aparece como condición esencial de posibilidad y como ca¬racterística definidora. Es pues obligado aten¬der a la necesidad de traducir el discurso ético en términos que pueda también abarcar a la ciencia y a la tecnología como elementos que modifican el concepto de espacio o ámbito en el que se manifiestan, profundizan, y desarro¬llan los derechos humanos.
Se debe a Robert B. Gelman la redacción en 1997 de una propuesta de Declaración de los Derechos Humanos en el Ciberespacio, basada en los principios que inspiran la De¬claración Universal de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas de 1948. No debemos interpretar ese documento como algo que posee un simple valor testimonial, sino que puede ser entendido como una serie de pro¬puestas que intentan ser un punto de partida para un debate sobre la defensa y promoción de los derechos humanos en el entorno virtual que han creado las redes temáticas, además de ser la expresión de un espíritu de compromi¬so voluntario que pueden tomar tanto indivi¬duos como organizaciones con respecto a sus acciones políticas en la sociedad de la infor¬mación. El objetivo que se persigue es hacer


LÍBERO - Ano IX - nº 17 - Jun 2006 110
de este entorno virtual un espacio en el que se promuevan lo más noble del pensamiento y de los ideales humanos, así como un nuevo tipo de concepto de ciudadanía que ayude a promover una ética solidaria.
En algunos de sus puntos se hace refe¬rencia a nuevas versiones o modalidades de derechos tradicionalmente aceptados, que cobran en el nuevo espacio on-line una im¬portancia especial, amplificando tanto los riegos para su defensa como las nuevas po¬sibilidades de promoción y desarrollo. En otros puntos se presentan nuevos derechos que están basados en las nuevas vías para la libertad de expresión y de asociación (por ejemplo, en colegios invisibles, comunida¬des virtuales, comunidades de intercambio tipo Napster etc.) que surgen al abrigo de las nuevas tecnologías. En su filosofía se advier¬te también la cautela frente a dos posiciones antagónicas. Por una parte, la de aquellos que confían en el carácter salvífico de la tecnolo¬gía y en el carácter determinista del cambio social, ignorando que la tecnología encubre en las formas que adopta, los intereses, visio¬nes del mundo y expectativas de los grupos sociales que las promueven. Por otra parte, la actitud de aquellos que no encuentran en el cambio tecnológico motivos de esperanza, ni detectan que una parte importante del fu¬turo de la humanidad se juega en el terreno del desarrollo, implantación y extensión a todas las personas de tecnologías próximas a las necesidades humanas y respetuosas con su dignidad.
En esta declaración se destacan varios factores que justifican dicha iniciativa. En primer lugar, las autopistas de la informa¬ción representan un camino abierto para la potencial mejora de la condición humana, para la libertad, la justicia, la igualdad y la paz mundiales, acercando a las personas más allá de las fronteras y creando un entorno en el que la diferencia no es vista como un elemento amenazador. La transición de una sociedad basada en la propiedad y la fuerza de los bienes de consumo a otra basada en la información crea nuevas estructuras de po¬der. Sin embargo, también tiene el potencial de discriminar a quienes no tienen acceso a los medio telemáticos, y también a aquellos que no poseen el conocimiento para hacer uso de los mismos. También se denuncian los intentos llevados a cabo por diversos go¬biernos de afirmar su autoridad y valores en este espacio no regulado y no localizado, sometiéndolo a sus reglas, leyes y valores es¬pecíficos. Se reconoce que todas las personas tienen derechos inalienables relativos a la li¬bertad de expresión, y que en una sociedad global, los derechos humanos se deben ex¬tender para incluir el acceso a la educación y el derecho a estar conectados libre y univer¬salmente a las redes telemáticas. Por último, se señala que es vital promover la difusión de información, como un recurso que, al com¬partirse, se multiplica. No se divide entre sus poseedores, que no se degrada con el uso, no se consume, sino que adquiere una mayor calidad cuando se difunde y se comparte, y cuyo valor no se relaciona directamente con su escasez.
Inclusión digital, gobierno electrónico y ampliación de la ciudadanía
En un artículo anterior (Bustamante, 2006b) hago referencia a otro aspecto fun¬damental del desarrollo de una nueva ciuda¬danía y de los derechos humanos se refiere al gobierno electrónico, que aproxima el Estado al ciudadano, facilitando el acceso a los ser¬vicios de la Administración y creando nuevas formas de apropiación social de la tecnolo¬gía. Estas políticas son un factor estratégico de desarrollo social, que cobra además una relevancia especial en los países de economía emergente. La introducción de las TIC está a punto de generar profundos cambios en las administraciones públicas en regiones peri¬féricas y semiperiféricas de la escena interna¬cional. En estas regiones la integración en la sociedad de la información está acompañada con bolsas de subdesarrollo económico y una gran desigualdad social. Dentro de este espa¬


111 Javier Bustamante Donas - Ecología de la comunicación, gobierno electrónico y cibercultura
cio político, Brasil ha marcado en los últimos años la pauta en las iniciativas de integración digital y gobierno electrónico, siendo posible¬mente la nación que ha promovido el mayor número de iniciativas institucionales a nivel de administración local, estatal y federal. No es extraño que así suceda, puesto que la gran extensión de su territorio, las desigualdades regionales de renta y calidad de vida, su pu¬jante demografía y la dispersión de la pobla¬ción, hacen necesario profundizar en los dere¬chos humanos a partir de un uso inteligente y solidario de las TIC. No puede haber justicia social sin inclusión social, y no hay en estos días inclusión social sin inclusión digital.
El concepto de inclusión digital tiene tres sentidos principales. En primer lugar, incide sobre la ampliación del concepto de ciudada¬nía, entendida como capacidad para interac¬tuar con las administraciones a través de las redes de información y para acceder a servi¬cios más completos y simples de utilizar. En segundo lugar, tiene un aspecto socioeconó¬mico en cuanto lucha contra la exclusión di¬gital como inserción de colectivos marginales en el mercado de trabajo en una sociedad de la información, promoviendo políticas de pro¬fesionalización y capacitación. En tercer lugar, hace referencia a un conjunto de políticas de educación ciudadana, cuyo objetivo es crear una inteligencia colectiva que asegure una in¬serción autónoma de cada país en un mundo globalizado (Silveira, 2003). La asimetría de la globalización es también una de las sombras de la cibercultura. Cuando las barreras proteccio¬nistas caen, el intercambio es aparentemente libre y total. Sin embargo, los flujos que com¬ponen dichos intercambios no caminan en to¬das direcciones en la misma medida. Existe el riesgo de que los colectivos que producen in¬formación y los que sólo reciben información acaben distanciándose cada vez más, de forma que nunca se lleve adelante la promesa de un mundo en el que todos tendríamos voz. Las posibilidades son tantas que una nueva ética reclama una protección más imaginativa de la sociedad y de los derechos de los individuos. De hecho, la propia tecnología demanda una protección más global de la libertad de expre¬sión y una redistribución del poder que, por una vez en la historia, podría ser a favor del individuo (Bustamante, 2006b).
Uno de los iconos de la cibercultura es la visión de Internet como una de las estructu¬ras sociales más democráticas y participativas que las nuevas tecnologías de la comunica¬ción hayan traído. También se afirma que en esta nueva esfera de comunicación y realidad se está librando una de las batallas fundamen¬tales por la libertad de expresión y, por ende, por algunos de los derechos humanos. Por primera vez contamos con unas nuevas vías de acceso a la información que con una inversión mínima permiten un alcance máximo. Ahora los hombres pueden establecer en la práctica cauces de comunicación que derrumban los muros de la polis aristotélica. Este cambio cualitativo trae consigo nuevas oportunida¬des de control social horizontal y participa¬ción ciudadana, en pro de una mayor trans¬parencia social. Una consecuencia directa será la amenaza al concepto de fronteras nacionales y creación de comunidades electrónicas. Quizá con la aparición de nuevos canales más demo¬cráticos de difusión informativa y cultural y la disolución electrónica de fronteras.
Por el hecho de ser Internet una infraes¬tructura técnica orientada a proporcionar una cobertura de comunicación barata, ho¬rizontal y de ámbito global, las libertades de pensamiento, credo y expresión no sólo de¬ben aplicarse en toda su extensión a las acti¬vidades personales que se llevan a cabo en la red, sino que cobran aquí una relevancia que no aparece en los medios tradicionales de co¬municación. Teóricamente cualquiera puede

Ahora los hombres pueden establecer
en la práctica cauces
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que derrumban los muros de la polis
aristotélica


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exponer sus opiniones a través de estos me¬dios. En la práctica, sólo los grandes grupos de la comunicación y aquellos que compo¬nen los variados mecanismos del poder so¬cial tienen la posibilidad real de hacer oír su voz. Por el contrario, en Internet muy pocos medios son suficientes para comunicar un mensaje, para hacerlo llegar a todos los rin¬cones del globo. Cualquiera puede crear sus páginas Web, participar activamente en fo¬ros de discusión, enviar y recibir mensajes de correo electrónico a un coste prácticamente nulo. En la red, cualquier ciudadano se con¬vierte en emisor y receptor a un tiempo, y la interactividad y la participación se aúpan como las reglas básicas del juego. Todas estas característica son ajenas a los medios tradi¬cionales. Sin una pluralidad de fuentes no se puede hablar de libertad de pensamiento, conciencia o religión. Sin acceso a medios de alcance internacional no tiene sentido hablar de libertad de opinión y de difusión de las mismas sin limitación de fronteras.
El acceso a Internet y su uso como vehícu¬lo de transmisión de ideas y de comunicación personal van sin duda a establecer nuevos criterios de diferenciación social entre los ciu¬dadanos de la nueva cibercultura. Individuos, empresas, colectivos sociales que no tengan acceso por razones económicas, técnicas o de rechazo psicológico, se encontrarán en una po¬sición precaria a la hora de definir su presente y su futuro. También el nuevo marco técnico marca una nueva frontera entre el comporta¬miento aceptable y el inaceptable en la socie¬dad telemática. Se redefinen los viejos enemi¬gos, y así el revolucionario de ayer es el hacker de hoy. Ya que es posible crear el caos con un módem y un computador, es más que proba¬ble que el terrorismo acabe cobrando formas mucho más sutiles y peligrosas, más invisibles aunque no por ello menos dañinas para la so¬ciedad. El terrorismo tradicional dejará paso a un terrorismo electrónico que puede paralizar los sistemas vitales de un país, alterando los re¬gistros de las cuentas bancarias, las fichas de los pacientes en la Seguridad Social, los sistemas de regulación de tráfico aéreo y terrestre etc.
Surgirá una nueva paradoja del poder y el control, pues la vulnerabilidad de los sub¬sistemas sociales vitales provoca que cuanto mayor sea la sofisticación y la complejidad de los mismos, más difícil resulta detectar un error en el mismo y más fácil resulta ata¬carlo y ponerlo fuera de servicio. Paralela¬mente a la aparición del terrorismo electró¬nico, la guerra de la información sustituye a la guerra fría, y se producirá también lo que podríamos llamar efecto Exocet, según el cual un arma de muy bajo coste (en este caso, un virus informático) puede cargarse a otra mucha más poderosa (un sistema de detección o lanzamiento de misiles). La asi¬metría de la globalización es también una de las sombras de la cibercultura. Cuando las barreras proteccionistas caen, el inter¬cambio es aparentemente libre y total. Sin embargo, los flujos que componen dichos intercambios no caminan en todas direccio¬nes en la misma medida. Existe el riesgo de que los colectivos que producen informa¬ción y los que sólo reciben información aca¬ben distanciándose cada vez más, de forma que nunca se lleve adelante la promesa de un mundo en el que todos tendríamos voz. Las posibilidades son tantas que una nueva ética reclama una protección más imagina¬tiva de la sociedad y de los derechos de los individuos. De hecho, la propia tecnología demanda una protección más global de la li¬bertad de expresión y una redistribución del poder que, por una vez en la historia, podría ser a favor del individuo.
En definitiva, nos enfrentamos a la ne¬cesidad de una apropiación social de las nuevas tecnologías. Con ello deberíamos aprender a cultivar una cultura socio-téc¬nica, es decir, social y técnica al mismo tiempo, en las nuevas generaciones que van a diseñar, a través de decisiones técni¬cas y políticas, el futuro de esta sociedad. En una sociedad que tiene como meta de¬seable profundizar en la solidaridad y en un concepto de democracia que implique una participación cada vez más amplia de los ciudadanos en la toma de decisio¬


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nes que afecten a su vida e intereses, esta cultura se constituye como una verdadera infraestructura de participación, una con¬dición básica necesaria para incrementar la presencia ciudadana en la vida pública a través de una mayor información tecno¬lógica. Por todo ello, crear una mayor con¬ciencia de la importancia de las relaciones entre la ciencia, la tecnología y la sociedad dentro de una cultura digital se revela así como una de las metas más importantes que la educación debe plantearse hoy en día si realmente queremos lograr una so¬ciedad más humana, justa y solidaria, en la que ciencia y tecnología sean herramientas fundamentales en la promoción de fines socialmente relevantes, comenzando por la solidaridad, la dignidad y la justicia social.